La prioridad de la administración es dejar financiados al menos otros tres cables aéreos, en particular en torno al Corredor Verde por la Séptima.
Con la adjudicación del cable aéreo de San Cristóbal, en Bogotá se concretó, al menos en el papel, uno de los siete proyectos que forman parte de la renovación urbana y de movilidad, que se plantea para las próximas décadas en la capital, particularmente en su borde oriental.
Así, en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) 2022-2035 de la administración de Claudia López, se definió el desarrollo de este tipo de movilidad a través de cables como una solución para las localidades en Ciudad Bolívar (Tres Esquinas-Soacha), San Cristóbal (20 de Julio y Juan Rey), Usaquén (Toberín y Santa Cecilia), Santa Fe (Monserrate) y Los Mártires (calle 26).
En ese sentido, el éxito y la recepción que ha tenido la implementación del primer cable aéreo en Ciudad Bolívar, cuyo constructor (Doppelmayr) ganó la licitación para la construcción de la segunda línea en la ciudad, ha pavimentado y elevado el desarrollo de esta infraestructura que, en particular en la región, ha permitido superar las variables topografías de las ciudades latinoamericanas.
De esta manera, un estudio de la Universidad de los Andes, realizado en los primeros tres años de implementación del Transmicable en el sur de la capital, mostró que el 12 % de la población adulta cambió su modo de transporte, así como el registro de dosis inhaladas de CO2 hasta cinco veces menores de este sector. Con este inicio de su implementación, ¿qué puede esperar la capital frente a la implementación de estos cables en la ciudad?
Los cables que vienen
Como indica Darío Hidalgo, experto en movilidad de la Universidad Javeriana, “los cables son una excelente opción para zonas de ladera, especialmente donde el desarrollo fue informal. Estos sitios no tienen vías adecuadas para circulación de buses y hacerlas puede ser muy costoso. Si bien la capacidad es limitada (3 mil pasajeros por hora) y el costo es del orden de US$25 millones por kilómetro, los impactos en movilidad, reducción de exposición a contaminación y siniestralidad son sustanciales”.
Así, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) aseguró que el objetivo de la actual administración es dejar al menos tres cables estructurados e incluso contratados. El más cercano a concretarse sería en Ciudad Bolívar, que uniría el Portal del Sur con el sector de Tres Esquinas (límites con Soacha).
Por su parte, la Alcaldía está concertando con el Gobierno Nacional la construcción de dos cables en el Centro Histórico, en las localidades de La Candelaria, Santa Fe y Los Mártires, los cuales cuentan con estudios de factibilidad. Estos serían parte de las obras complementarias para la construcción del Corredor Verde por la Séptima.
En el caso del primero, este iniciaría desde la calle 26 con 13 y llegaría, después de varias paradas, a la actual estación del funicular de Monserrate, desde donde tomaría hacia el sur, pasando por la U. Externado hasta el sector de Pueblo Viejo. La segunda uniría la estación de la línea uno del metro con el barrio Los Laches.
“El Corredor Verde se complementa con dos cables, ya que no todo el mundo vive sobre la séptima y son barrios populares, que necesitan llegar al centro. Esperamos tener la financiación de estos proyectos para fin de año”, afirmó la alcaldesa Claudia López durante el anuncio de la licitación del cable de San Cristóbal.
Por otra parte, para la localidad de Usaquén, los estudios parecen lejos de concretarse. De esta manera, a pesar de diseños realizados por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, quedaron suspendidos por una medida cautelar en el embalse San Rafael.
“Lo que planteamos dejar adelantado es un cable que salga más del norte de Santa Cecilia, suba a la parte alta del cerro y conecte con La Calera, ya que el anterior diseño no es posible, pero es un estudio que vamos a dejar en etapa de prefactibilidad”, dijo el director del IDU.
¿Hasta dónde llegarán?
Aunque han sido toda una revolución en los últimos años en Latinoamérica, existen algunos elementos que lo limitan a ser un sistema alimentador, a excepción de algunos casos, como las líneas implementadas en La Paz, Bolivia. Estudios y expertos indican que es un sistema de difícil expansión, con posibles tiempos de espera, con una baja capacidad de movilización de pasajeros, así como la capacidad de unir zonas con máximo cinco kilómetros de distancia.
“El cable no reemplaza soluciones de transporte público con mayor capacidad. Si fuera así, se necesitaría una cantidad enorme de cables para suplir la demanda. Lo interesante es la intervención social, con el acercamiento de comunidades marginadas a otros sistemas de transporte”, aseguró Germán Prieto, experto en movilidad urbana de la Universidad Tadeo Lozano.
Además, los cables (sus estaciones, pilonas, etc.) ocupan espacio, lo que requiere la adquisición de predios. Frente a esto, entre las comunidades de las zonas de influencias de los proyectos, en particular en San Cristóbal, han expresado preocupación frente a la venta de sus casas, así como su expulsión de sus localidades. De acuerdo con el IDU, la compra de la vivienda se realiza según la valoración de la Unidad de Catastro Distrital y, además, cuenta con equipos de gestión social, para evitar que estos proyectos generen gentrificación.
“Con procesos de reasentamiento, lo que buscamos es que la comunidad no se desprenda de la localidad, sino que tenga las mismas oportunidades de trabajo y servicios sociales, y fue un proceso que aprendimos en el caso de la avenida 68 y en la primera línea del metro de Bogotá”, aseveró el director del IDU, Diego Sánchez.
Está por verse el resultado de esta renovación urbana a través del transporte masivo, lo cierto es que la movilidad por las alturas toma cada vez más fuerza, como una manera de mover a personas y revitalizar las zonas en las que habitan.
Fuente: MSN
Imagen: Semana
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